Filosofia sem saldos
Marina Garcés: “La filosofía no acepta rebajas:
requiere de una humildad ambiciosa”
Hay libros que
estallan como revoluciones. 'Fuera de clase. Textos de filosofía de
guerrilla" es de esos. Un libro contra los lugares comunes, pero para
fortalecer la comunidad.
Marina Garcés (Barcelona,
1973) tiene alma de guerrillera y formación de filósofa. Es una voz de
referencia para entender la necesidad de la filosofía en los días de su
ostracismo de las aulas. Galaxia Gutenberg ha publicado Fuera de clase,
la reunión de dos años de artículos explosivos en el diario Ara,
una fuente de pensamiento urgente para ubicarnos en un mundo que cuesta
entender. Fuera de clase la inquietud y el malestar crecen, fuera de clase es
donde la filosofía se hace carne ante la necesidad de preguntar radicales y de
conocimientos capaces de superar “el dictado de la actualidad”.
La propuesta de Garcés, siempre estimulante y sin
grasa retórica, para vivir con dignidad ante las dudas y los problemas es
revolucionaria: confiemos en la fuerza transformadora del pensamiento. “Es una
fuerza personal y colectiva, íntima y pública, singular y plural, irreductible
y comunicable. Pero sobre todo es una fuerza igualitaria: todo el mundo es
capaz de usarla”. Adelante, a pensar.
¿A la filosofía le falta
calle?
Sí, a la filosofía le falta calle y a la vez la calle
es la que está renovando hoy el interés por la filosofía. Cuando las leyes e
instituciones educativas arrinconan su presencia en las aulas, desde lo social
se despierta y se activan nuevas maneras de relacionarse con el pensamiento
filosófico.
¿Y le sobra clase
(académica)?
¡Ojalá le sobrara clase, en el doble sentido de altura
de miras y de horas de clase! Creo en la filosofía dentro y fuera de clase,
pero esto implica repensar la manera como se ha enseñado hasta hoy.
Propone abandonar la clase,
¿pero para qué?
No propongo abandonar la clase. En mi libro hay una
propuesta de salir de clase con todo el arsenal de ideas, textos y referencias
que han quedado capturadas por una aproximación meramente académica a ellas. Y
de volver a clase con el compromiso adquirido de no quedarse ahí.
¿La filosofía debería ser
más populista? ¿Necesita regenerarse?
No me gusta la palabra populismo, lo confunde todo y
no de manera inocente. Creo que la filosofía puede ser más popular, que es otra
cosa. La filosofía es radicalmente igualitaria: nace contra el monopolio del
saber por parte de sacerdotes, legisladores o sabios. Nos viene a decir: todos
deseamos igualmente saber y podemos hacerlo. Y eso implica que los saberes se
diversifiquen y tengan que poderse poner en discusión.
¿Cómo hacer de la filosofía
un recurso intelectual más accesible?
Hemos confundido accesibilidad y divulgación. La
divulgación puede ser necesaria para determinados lenguajes científicos, muy
especializados. Pero la filosofía no necesita ser divulgada, es decir,
traducida a un lenguaje para no iniciados. Necesita ser compartida. Es decir,
partir de la convicción de que los problemas que plantea son problemas comunes,
abiertos a múltiples aproximaciones.
¿El aislamiento de la
filosofía es su peor enemigo?
La mejor manera de neutralizar la potencia crítica e
igualitaria de la filosofía es aislarla y convertirla en una exquisitez
elitista o en un tecnicismo para especialistas que sólo hablan entre ellos. Hoy,
esto está pasando bajo la nueva dictadura académica de tener que escribir
solamente en revistas académicas y a poder ser en inglés.
¿Por qué creemos que
podemos educarnos sin ella?
Porque estamos orientando la educación hacia el
adiestramiento en determinadas competencias que hay que ejecutar con eficacia,
pero sin interrogar acerca de sus condiciones, ni de su porqué. Gestionar
información, usar las nuevas tecnologías independientemente del contenido,
ejecutar proyectos porque sí… Desde esta concepción de la educación, tan
procedimental, la filosofía, como actividad del pensamiento que abre problemas
nuevos, se vuelve irrelevante.
¿Por qué no ha logrado
ocupar un lugar de privilegio en la sociedad capitalista?
La sociedad capitalista se construye sobre un sentido
único de lo que es el valor: el valor es el beneficio y el beneficio se
entiende como aumento del capital, ya sea patrimonial, inversor, de una
familia, de una empresa o de un país. No puede haber espacio, por tanto, para
la disputa entorno a qué tiene valor y sentido, respecto a qué entendemos por
riqueza o por cuál es la relación que podemos establecer con ella. Sólo hay
una: la competencia. Aunque se plantee incluso hoy como una competencia
colaborativa, sigue siendo competencia.
¿Por qué un país decide
renunciar a sus estudios filosóficos? ¿Qué consecuencias puede acarrear?
Vivimos en un país de rebajas: rebajas salariales,
rebajas en derechos sociales y políticos, rebajas en ambiciones culturales,
rebajas en los imaginarios colectivos… La filosofía no acepta rebajas: requiere
de una humildad ambiciosa, que es la de aceptar que no lo sabemos todo, pero
que siempre podemos ir más allá. Es una actitud muy poco presente y cuando lo
ha sido, rápidamente castigada, en la historia de este país.
Según la RAE, “filosofar”
es “meditar” y “hacer soliloquio”. ¿La filosofía ha mirado los problemas desde
la barrera?
La filosofía requiere de una distancia que no es
neutral, sino crítica. Cambia el punto de vista normal, habitual, ya aceptado
por el sentido común. Desencaja nuestra relación habitual con lo que somos, con
lo que vemos, con las palabras que usamos. Pero esta distancia es la condición
para un compromiso más veraz. El problema es cuando se convierte en un refugio
o en una zona de confort. Entonces, aunque se usen términos o referencias
filosóficas, ya no se está haciendo filosofía.
¿Necesitar regenerarse? ¿La
filosofía puede dejar de filosofar y pasar a la acción?
La filosofía es acción, porque es la confianza en que
la palabra y el pensamiento, si son verdaderos, transforman la vida: la vida
íntima y la vida colectiva y política. Toda filosofía que no aspire a esto es
un simulacro.
¿Por qué piensa que la
filosofía es una práctica de guerrilla? ¿Cuál es el marco de acción de la
filosofía?
Hablo de filosofía de guerrilla porque entendiendo que
la filosofía no tiene un lugar propio, sino que es la pregunta que aparece
siempre allí donde no se la espera. Y que su práctica no se basa en la
representación o en el reconocimiento sino en la liberación. Igual que las
guerrillas liberan pueblos y territorios tomados, la práctica de la filosofía
libera las palabras codificadas por el poder, ya sea político, económico,
cultural o mediático.
¿La filosofía es un
mecanismo contra el control?
Se puede usar la tradición
filosófica como herramienta de control, crear ismos dogmáticos
y autoridades incuestionables. Pero de nuevo, ya no estamos hablando entonces
de filosofía. La filosofía no aspira al control sino a la crítica y a la
transformación de nosotros mismos. Para ello es preciso el aprendizaje, la
disciplina, la exigencia y el esfuerzo, pero no el control.
¿Cómo
encontrar entonces palabras nuevas para un nuevo mundo?
El mundo no es nunca nuevo
del todo, pero siempre se está transformando. Lo mismo ocurre con las palabras.
Están en constante desplazamiento y la pregunta filosófica tiene que ver con la
posibilidad de interrogarnos críticamente sobre esos cambios y tomar posición
respecto a ellos: ¿dónde apuntan y a quién sirven? ¿Qué batallas esconden?
¿Cuáles son sus efectos de dominio y de liberación? Por eso la filosofía se
hace poniendo el cuerpo y exponiendo la vida a los efectos de las palabras y de
los usos que hacemos de ellas.
07.12.2016 00:35 h.
Lola
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