Gilles Lipovetsky
Gilles Lipovetsky: 'La gente
común no halla ya la felicidad en el súper, por eso escribe o hace fotos'
- 'El capitalismo ha permitido al arte entrar en la vida cotidiana y liberarse de su encierro en museos'
- 'El arte ha perdido su identidad sólida'
- 'El espectador se pregunta si es pura provocación, una broma o una genialidad'
- 'La competitividad hará el trabajo difícil. Para buscar el equilibrio, la creación debe ser prioritaria'
Es un fenómeno realmente curioso. Cuando
uno lee a Gilles Lipovetsky -el filósofo por
excelencia de la modernidad y su postrimería, El imperio de lo efímero, La era
del vacío, transmutada ahora en «híper modernidad»- las conclusiones que extrae
son catastróficas y apocalípticas; pero toda vez que uno le escucha, esa carga
negativa -¿estaría en mi mente lectora?- se transforma en corriente positiva e
integradora. Empiezo a pensar que no sé leerle, no obstante les pasaré unas
claves para que ustedes lean mejor La estetización del
mundo, su último y nutritivo ensayo, que esta semana publica la editorial
Anagrama.
Verán, cuando lean que la cultura y su
expresión artística se ha convertido en puro negocio de mercado, entienda que
«la motivación económica no mata la creación» sino todo lo contrario, porque ha
traído consigo una muy loable "desjerarquización de la
cultura" y ha conseguido "que el arte no permanezca envasado en los museos sino
que impregne nuestro mundo común, tal y como hoy sucede". Que si nuestras
emociones se han convertido en un arma que el comercio maneja como hilos de
marioneta, pues mejor que mejor, porque "esto nos ha dado la libertad de
elegir e innovar» -elegir el atuendo, por ejemplo-. Y donde dice que el
"capitalismo artístico" ha estetizado nuestro alma, han de entender
"estética" en su sentido original griego: tocado por las emociones,
la percepción, la sensibilidad. Es decir, que vivimos en un
mundo estupendo. El problema, y esto sí lo admite, es que muy pocos
tienen el dinero para disfrutarlo; pocos que cada vez son menos, mientras
el resto luchamos contra la ansiedad que el híper consumo y la híper
estimulación, la inmediatez y la falta de educación, nos generan.
No obstante, también para ello apunta soluciones el filósofo de lo social
-Millau, Francia, septiembre del 44-: educar a nuestros hijos y alumnos en el
gusto por la creación y el empeño en la calidad. Ay, tan fácil lo pinta.
Si el arte y
la cultura se han convertido en puro negocio comercial, ¿es que han perdido
todo valor humanista?
No, el valor humanista
pervive en la cultura pese a su utilización mercantilista. Siempre ha habido
intereses detrás del arte, si piensas por ejemplo en el Renacimiento, la
dimensión del arte no era humanista, sus valores eran religiosos y de poder. Es
en la era moderna cuando se impone la idea de que el arte excluye lo comercial,
de que el beneficio económico lo pervierte; pero llegados a la híper
modernidad, esta diferenciación estricta se erosiona. Pongamos por ejemplo los
museos, no solamente proliferan por todas partes sino que acogen
manifestaciones como la moda o incluso las marcas, y la gente se escandaliza:
¡oh, la cultura se ha comercializado, ha muerto y ya no existe sino el dinero!
En mi opinión el problema era en cambio la exclusión: ¿es que no hay creación,
no hay cultura en la moda? Yo creo que sí, y que en cierto modo hemos llegado a
un estado de las cosas más verdadero. Me parece muy positivo cuestionarse las
jerarquías, la línea divisoria entre el arte puro y el comercio. Esta oposición
rígida es lo que se contesta en el libro: no, la motivación económica no mata
la creación, la democratiza. Lo ideal no es un arte sólo apreciable por una
jerarquía, es preferible que la belleza y la creatividad estén en el mundo
cotidiano y del comercio, y esto es posible gracias a la industria, que hace
posible la moda, el diseño, la tecnología, etcétera.
¿Y todo esto le parece suficiente para
un buen futuro o tiene alguna receta para un mañana mejor?
Nuestro objetivo de
futuro, sobre todo para nosotros los europeos, es comprometernos con la
calidad. Para mí, esta es la gran cuestión humanista hoy: la modernidad ganó la
batalla de la cantidad, el bienestar para la mayoría, y la híper modernidad
debe ganar la batalla de la calidad o la estilización del mundo; este es el
ideal de futuro. El capitalismo ha dado un giro, abriendo una ventana que
permite al arte entrar en la vida cotidiana y liberarse de su encierro en los
museos. Y esto en el fondo no era sino el programa de las vanguardias
históricas y del modernismo: el arte aplicado que tenía como fin hacer bonito
lo útil.
Analiza en su ensayo una evolución de
los fines artísticos, de la religión a la política, pero mi pregunta sigue
siendo: ¿a qué fines sirve hoy el arte sino a los comerciales? De Andy Warhol a
Damien Hirst, ¿cuál será la intencionalidad del artista vivo más caro del
mundo?
No lo sé, no quiero
entrar a valorar si me gustan o no las calaveras de Hirst o los globos de Jeff
Koons, este gran mercader publicitario, por ejemplo. Lo que me parece revelador
de esta época es tu pregunta, que apunta a la desorientación general, porque el
arte, en mi opinión, ha perdido su identidad sólida. Y el espectador se
pregunta continuamente si es pura provocación, si es una broma o por el
contrario, una genialidad. La primera premisa del arte aplicado es renunciar a
la idea de que el arte se opone a lo comercial y a la celebridad. Y luego llega
Warhol y proclama: "I'm a business artist" [soy un artista
comercial], y aquello supuso una ruptura, porque hasta entonces lo comercial
era lo vulgar, pero a partir de entonces el arte comercial dejaba de
diferenciarse del verdadero arte, desaparecía la contradicción entre arte y
éxito comercial. Se convirtió en un artista celebridad y en su Factoría
el arte se integró con la comunicación, la publicidad, el marketing, etc. ¿Qué diferencia hoy
una galería de arte de una tienda de moda?
Dice que este capitalismo trans-estético
funciona a base de explotar comercialmente nuestras emociones. ¿Es posible aún
luchar para liberar nuestras emociones de esa explotación comercial o somos ya
sólo burdas marionetas a su antojo?
El libro se remonta a
los orígenes de este capitalismo artístico, que sucede exactamente a mediados
del siglo XIX con el nacimiento de los grandes almacenes: comprar deja de ser
algo simplemente útil y se convierte en un espectáculo. Las mujeres van al Bon
Marché y se divierten con los colores, la decoración, etcétera: es el origen
del shopping como acto teatral, el comercio entendido como teatro. Y a partir
de ahí el comercio se focaliza en nuestras emociones, jugando con ellas
mediante la publicidad, pero también a través del cine, que es la ingeniería
emocional perfecta, y finalmente mediante el diseño. A partir de principios del
siglo XX el capitalismo profundiza en la idea de que vivimos mejor rodeados de
belleza, tocados por la emoción de la belleza, y consigue producir y
comercializar las emociones, integrándolas en el engranaje económico. Hoy en
día lo emocional ha penetrado en todos los ámbitos de nuestra vida, incluida la
política, todo quiere hacernos reír o llorar; el capitalismo funciona como una
ingeniería de sueños y emociones.
¿Y dónde queda la libertad del
individuo?
Esta comercialización,
que en principio es una manipulación criticable, no es tan simple: el
capitalismo artístico se ha visto obligado a diversificar para emocionar y a
cuidar hasta el más pequeño detalle para permitirnos la libertad de elegir.
¿Libertad o espejismo?
Te pongo un ejemplo
sencillo, con una pregunta: ¿por qué vas vestida así hoy, acaso lo has copiado
de un modelo? Tu respuesta sin duda será que no, en absoluto, que has combinado
y personalizado tu imagen, que te gusta llevar el pelo así y asá, que la falda
la has encontrado en un mercado tal y cual, etcétera. Si el comercio no hubiera
diversificado y cuidado el detalle al extremo, esta libertad de elegir e
innovar no sería posible. Si fueras una burguesa catalana de principios del XX,
tu casa y tu atuendo serían extremadamente convencionales, sin embargo la moda
hoy te permite ser anticonvencional, el híper mercado es tan diverso que cada
individuo puede recrear su propio universo.
Imagen: JORDI SOTERAS |
Monsieur Lipovetsky, ¿cómo logra dar un giro positivo a todo lo que en principio parece negativo y alienante?
Mira, desde finales de
la Edad Media se habló de la dictadura de la moda, algo que hoy ya no es real,
no es posible. Hay una dictadura comercial, todo es comercio, pero no hay una
dictadura de la moda, la moda es absolutamente diversa.
Propone ante todo la educación para
luchar contra la esterilización de la cultura. Una educación familiar y no
académica, ¿he entendido bien?
No, no, ambas: la
escuela también debe educar.
¿Cómo educar a nuestros hijos si
nosotros mismos somos producto de esta hipérbole consumista? ¿Por dónde
empezamos?
No debemos esperar que
el capitalismo artístico lo haga todo: tenemos que conservar nuestra mirada. El
capitalismo no sólo ha estetizado nuestro entorno, sino que también ha sabido
estetizar nuestro alma, en tanto que consumidores. Un campesino del XIX no contemplaba
el paisaje, apenas veía las cosas útiles que había en ese paisaje. Los artistas
nos enseñaron a contemplar y el capitalismo democratizó esa contemplación, y
así nace el turista, que no es sino consumidor que viaja para sentir la
contemplación, algo puramente estético. El concepto de estética viene de la voz
griega aisthetiké que quiere decir tocado por las emociones, perceptor y
sensible a la belleza y su influjo sobre la mente. Y el capitalismo artístico
ha conseguido, a través de la publicidad, las revistas, el cine, la moda,
etcétera, democratizar la mirada estética, es decir la percepción de la
belleza, la sensibilidad.
¿Y ya está? Quiero decir, sobre estas
premisas, ¿cómo podríamos educar? ¿Educamos en el consumo capitalista y punto?
Vuelvo al planteamiento
del principio: la batalla humanista hoy está en la lucha por la calidad. Las
escuelas tienen que luchar por esa calidad, ayudar en la búsqueda de la
calidad. Y este es el mensaje del libro: para ganar esta batalla, humanista y
también económica, hay que priorizar la calidad. Las escuelas deben enseñar el
gusto por la creación. Mira, la competitividad hará que en el futuro el trabajo
sea cada vez más difícil y cualificado, y para buscar de nuevo el equilibrio es
imprescindible que la creación sea algo prioritario, porque nos ayuda a vivir
mejor y es un motor económico: hacer música, pintar, escribir o contar con
imágenes proporciona un placer y una satisfacción que no son estrictamente
consumistas. El consumo no basta, hay que sentir. El capitalismo artístico no
es lo único que existe, hay otros paradigmas contradictorios con la estética:
la salud, la polución, la ecología, la educación, que no debe ser
exclusivamente estética, los niños tienen que formarse en la realidad y en el
esfuerzo...
¿Será capaz la ecología de poner fin a
la sobredosis consumista que tanto daño hace al planeta?
No soy en absoluto
pesimista: las contradicciones harán evolucionar el mundo, el hombre no es sólo
un productor y consumidor, es un creador que encuentra la felicidad en esa
dimensión creativa. Cada vez más la gente común escribe, fotografía, hace
teatro... y no lo hace por esnobismo, sino en busca de la felicidad que no
encuentra en el supermercado. La competitividad nos contagia estrés y ansiedad,
y el ideal humanista es integrar la dimensión creativa para liberarnos,
aliviarnos. La vida será cada vez más difícil y la creatividad ha de ir ganando
importancia, y por ello me parece una clave educativa primordial: dar a los
niños los utensilios para que puedan realizar esta profunda aspiración humana
que es la creación.
Monsieur Lipovetsky, en 1995 predecía
usted una creciente polarización social entre una pequeña minoría opulenta y
una vasta mayoría muy mal pagada. Esto que es hoy el presente, ¿hacia dónde
derivará en el futuro?
Sí, atendemos a esta
deriva desde los años 80. Pero no es tan sencillo, por un lado la desigualdad
económica se acentuará y por otro, los gustos serán cada vez más homogéneos
entre las clases, y el resultado paradójico de esta democratización estética es
una creciente ansiedad entre las clases no pudientes.
¿Y la solución?
Llevábamos más de una hora conversando y lo cierto es que la madeja, lejos
de desliarse, se enmarañaba cada vez más. No había más tiempo. Tampoco llamé a
su casa de París, para no liar los cables inalámbricos del teléfono.
Entrevista. Filósofo y sociólogo francés, estudioso de la sociedad posmoderna
La estetización del mundo, que el filósofo firma a medias con
Jean Serroy, sale a la venta este miércoles,28 de enero (Editorial Anagrama)
NOMBRE: Gilles Lipovetsky.
ESTADO CIVIL: casado; dos hijas.
EDAD:
70.
SU
PROYECTO: 'De la légèreté. Vers une
civilisation du léger 2' (De la ligereza. Hacia una civilización de lo ligero).
LIBRO Y PELICULA: 'No tengo. Leo literatura y veo cine muy diverso, y casi siempre en
relación con aquello que estoy escribiendo o sobre lo que estoy reflexionando'.
El mundo
ELENA PITA
Actualizado: 25/01/2015 17:46 horas
Lola
Sem comentários:
Enviar um comentário